Puerta grande para Manuela en el Festival de Jerez
Escrito por Pilar Martínez el 10 de marzo de 2024
En el teatro Villamarta de Jerez no cabe un alma, son las ocho y media de la tarde, apunto de iniciarse la clausura del Festival de Jerez 2024, y en el ambiente se nota eso que pasa cuando algo importante está por llegar, el aire es denso y el murmullo no para… Se apagan las luces de sala y el público ya parece estar deseoso por aplaudir, sin saber ni lo que se le viene encima.
Se abre el telón y nos proyectan un video de la propia Manuela, hablando de Manuela y con imágenes de Manuela… el narcisismo en su máxima expresión, es lógico siendo quien es, nada más y nada menos que una fin de raza. Termina el vídeo, suena la guitarra, sube la gasa y la apoteosis se apodera del teatro. Manuela en el centro, vestida de blanco, poderosa y con sus brazos hacia el cielo, reproduciendo una de las figuras más icónicas de la historia del flamenco, que no es más que ella misma, rodeada por su séquito en tonos negros, como si de una reina egipcia se tratase. No es egipcia, es sevillana, pero reina sí, es la monarca más importante que tiene el baile flamenco en su actualidad. A partir de ahí la locura, Manuela enviste por bulerías al golpe con el cante a borbotones de Tañé y Rubio de Pruna, dos verdaderos miuras para que la maestra los toree con el tesón que atesoran sus cincuenta años en los escenarios. Enrique El Extremeño se luce por malagueñas y abandolaos, dejando patente que hoy en día es uno de los maestros que tenemos en el cante.
Sale a escena el artista invitado de la noche, Jesús Méndez, que cuenta por tripletes sus colaboraciones en este Festival de Jerez. Su omnipresencia en tantos escenarios, incluso haciendo dobletes el mismo día a escasos 300 metros de un teatro a otro, le resta impacto, brillantez, exclusividad… pero eso no quita que es un gran cantaor. Valiente por fandangos, Méndez se aprieta para cantarle la caña a La Diosa, creando entre los dos una estampa de suma belleza. Manuela parece que ha rejuvenecido, sus pies van a una velocidad de vértigo, sus brazos son eléctricos, la postura de su espalda es digna de estudio, baila con el tronco del cuerpo, y su mirada… su mirada es para escribir un libro entero, pero de eso hablaremos más adelante.
Llega el turno de la heredera. Su hija, también Manuela, rama que al tronco sale. Con un inicio verdaderamente enternecedor, en el que su madre termina de arreglarla, le pone los peinecillos, le retoca el pelo y le coloca una chaquetilla venida desde el mismo cielo, la nieta del Sordo cuaja una faena redonda. En momentos nos recuerda a su madre, sobre todo en el braceo, pero tiene personalidad propia, aquí hay bailaora y esperamos verla mas en tierras jerezanas.
Tras ella, con un inteligentísimo cambio de iluminación que limpia el escenario, y los cantaores, Tañé y Rubio de Pruna, junto al impecable José Carrasco, se raspan una ronda por bulerías sin guitarra que deja sin aliento al teatro.
Destacar las guitarras de Pedro Sierra y el jovencísimo Marcos Gago, el violín limpio y claro de Samuel Cortés, la percusión ajustada a cada momento de José Carrasco y una puesta en escena resolutiva y eficiente, se nota que hay trabajo detrás y nos encanta ver que una artista con esta trayectoria cuide así sus montajes, con momentos realmente gratificantes para la vista. Una producción de lujo.
Llegamos a lo que todos estábamos esperando, casi una hora de preludios, no una hora en realidad, quince días de preludio, que es todo el festival de Jerez, porque en los próximos diez minutos esta gitana se echa a la espalda su historia y tira por tierra todo lo que le precede. Allá vamos…
El aullido de Enrique, tras el homenaje a Joaquín Amador escenificado con su propia guitarra inerte sobre una silla de enea y Manuela clamando su amor por él, ya nos pone en tensión, y aparece ella por el pasillo central, quieta, inamovible, indescriptible, irrepetible… la Diosa vive de nuevo. Cuando nos creíamos que no volvería a pasar, que no tendría fuerzas para seguir, que ya se había ido sin avisarnos…vuelve para despedirse por todo lo alto, eso sí, tiene la mirada de una gata herida, porque la vida le ha asestado un golpe casi mortal a su baile, sus pies tienen mas fuerza que nunca, pero es pura rabia, sus brazos están más rígidos, sus manos más tensas, su cuello mas recto… la bailaora mas laureada de la actualidad tiene el corazón roto, le falta la mitad.
La prematura partida de Joaquín Amador, su guitarra y su amor, ha dejado desolada a la maestra, y eso se nota en su forma de bailar, y por supuesto en la musicalidad del espectáculo, que aunque bien llevado por Sierra, echa en falta el sonido de Amador, elsonido que producía cuando metía ese pulgar prodigioso que todo guitarrista a soñado tener. Que gitana y que limpia sonaba la guitarra del de Alicante. Pero ella se sobrepone a todo, sale el águila imperial, abre los brazos y se coloca en los centros de la tarima para esperar que llegue la inspiración. Y ahí se para el mundo, lo que viene después hay que vivirlo. Ver a Manuela Carrasco bailar por soleá es algo que deberían recetar los médicos. Es una auténtica experiencia ultrasensorial. Se puede llorar y reír a la vez viéndola, porque ella lo hace. Ella misma se conoce mejor que nadie, y sabe cuando el terreno está preparado para el seísmo, y el sábado lo estaba. Reventó por todas partes, se dejó el alma en Jerez, y se llevó la nuestra a Triana. La Diosa del baile va a recorrer España con su espectáculo Siempre Manuela, en una despedida que esperamos sea eterna, por que no queremos que se vaya, la necesitamos, es la punta de lanza, la pureza hecha bailaora, y nosotros hemos podido vivirlo en primera persona. No existe mejor cierre para este Festival, viva Jerez y viva por siempre Doña Manuela Carrasco.
Fuente: guiaflama